viernes, octubre 18, 2019

El primer viaje

Desde hace muchos años, vengo haciendo un esfuerzo adicional (e incondicional) por estar al día con los proyectos de mi trabajo, y lamentablemente he relegado de manera notable los proyectos personales, entre esos sin duda los viajes.

Como a veces decido darme oportunidades a mi misma, y el flaco parece grúa de la ATM de Quito, (llevándose todo lo que encuentra a su paso), decidimos planificar nuestras vacaciones juntos. Un evento de gran importancia porque mis vacaciones generalmente están destinadas a entregas de proyectos, permisos médicos o la típica: prefiero que me las paguen porque igual no tengo dinero para salir a ningún lado. Así que, rompiendo un poco con la tradición de permanecer enclaustrados, hicimos coincidir fechas y pedí por primera vez 17 días de corrido para hacer un viaje familiar de 5 días a Quito (y en buen tiempo porque unas semanas después estuvo literalmente *on fire*) y luego de 5 días a Bogotá. 

Que sensación tan maravillosa esa de dormir bien, comer bien, caminar mucho y sin prisa sin tener que preocuparse por absolutamente nada.

El de Quito fue un viaje de reencuentro con gente querida, mucha gente querida, y con una ciudad hermosa que frecuento menos de lo que me gustaría; mientras que el de Bogotá fue nuestra primera salida en pareja, digo nuestra primera salida porque ninguno de los 2 había cruzado la frontera. Y a pesar de que extrañé horrores a mi retoño, no sabía cuanta falta me hacia esa sensación de cruzar un límite y de toparse con una cultura distinta. 

Lo más importante de todo esto es que se reforzó mi teoría de que cuando uno se topa en la vida con la persona correcta, todo fluye.